La palabra "Comunidad": desde justificar una política pública hasta lanzar un nuevo sabor de yogur
Un análisis cítrico de Christian Díaz.
Por Christian Díaz | Por los Museos
Palabra comodín que suena cálida, inclusiva y horizontal, incluso cuando se usa para vender seguros o zapatillas.
Forma elegante de agrupar públicos, clientes o usuarios sin decir “mercado”.
Grupo de personas a las que se les dice que están unidas aunque no se conozcan.
Lo que aparece en el discurso cuando se busca adhesión, pero desaparece en la toma de decisiones.
Vínculo emocional sugerido en redes sociales para generar pertenencia… y eventualmente monetizarla.
Aplicado: “Gracias por ser parte de esta hermosa comunidad.”
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Pocas palabras tienen tan buena prensa como “comunidad”, ¿no? Se la invoca para casi todo: desde justificar una política pública hasta lanzar un nuevo sabor de yogur. Pero ¿a qué nos referimos exactamente? ¿Quién decide quién entra y quién queda afuera? ¿Qué implica realmente compartir lo común?
Muchas veces, la “comunidad” es una ilusión narrativa: una forma de suavizar jerarquías o disimular intereses bajo el lenguaje amable del afecto. Se habla de comunidad para convocar, pero no para redistribuir. Para pedir compromiso, pero no para compartir el poder.
“La comunidad es un gesto, no un estado”, dice Marina Garcés. Lo común no es una identidad fija ni un club de pertenencia, sino una trama de relaciones múltiples en un mundo compartido: un espacio conflictivo donde nos encontramos sin anularnos.
La comunidad no es solo palabra ni un acuerdo, sino cuerpo: “Caminar juntos, sufrir juntos, jugar juntos”, como dice David Le Breton. Comunidad es lo que sucede cuando los cuerpos se ponen en relación, cuando compartimos algo más que ideas: un espacio, un ritmo, una emoción que no necesita decirse.
¿Todo es comunidad? Las comunidades se entrecruzan, se superponen, se tensionan. No son una única voz, ni una única lealtad. Son gestos, vínculos, ensayos de estar-con-otros en movimiento.
Nuestra vida está compuesta por una trama de múltiples relaciones en la dimensión común. Participamos del mundo común a veces sin darnos cuenta, a veces con todo el cuerpo puesto en ellas.
Entre la promesa publicitaria y el encuentro que realmente transforma, la palabra comunidad sigue flotando. No se trata de nombrarla más, sino de hacernos cargo de que ya estamos implicados.

