Empatía en el Diccionario Cítrico: del "me pongo en tu lugar" al "apropiarse del dolor ajeno"
Un análisis cítrico de Christian Díaz.
Por Christian Díaz | Por los Museos
Gesto bien visto que consiste en decir “me pongo en tu lugar” mientras se conserva intacto el propio lugar.
Reacción emocional que dura lo que un video viral.
Forma aceptable de apropiarse del dolor ajeno sin modificar nada estructural.
Práctica social donde sentir por el otro es más fácil que responderle desde una posición comprometida.
Aplicado:
“Los maestros están trabajando más que antes, pedimos un poco de empatía.”
(Dicho por quien una semana antes se quejaba en redes de que su hijo “no aprende nada” por culpa de los paros.)
Basta que algo no funcione como debería —una pérdida, un gran dolor, una injusticia enorme, o simplemente algo que incomoda— para que aparezca una palabra con ínfulas de súperpoderes, como si pudiera arreglarlo todo: empatía. Hay que tener empatía, dicen. Piden empatía. Ofrecen empatía. Se reparte como un gesto suave, como una mantita emocional.
Pero ¿qué quiere decir, en serio, tener empatía?
¿Ponerse en el lugar del otro?
¿Imaginar cómo se siente? ¿Y después?
¿Volver al propio lugar como si nada?
Levinas dice que no hay forma de ocupar el lugar del otro. Que el otro es, por definición, otro. Inabarcable. Y que lo verdaderamente ético no es decir “te entiendo”, sino hacerse cargo de esa diferencia que nunca vamos a poder borrar. Estar, responder, aunque no comprendamos del todo.
Escucho esa palabra todo el tiempo. Empatía con quienes perdieron todo. Con quienes no tienen seguro, ni respuestas. Pero, ¿qué significa eso en serio? ¿Sentir con ellos? ¿O evitar sentir demasiado para no incomodarse? ¿Decirlo en redes y seguir de largo?
La empatía puede ser una forma de privilegio, dice Sara Ahmed. Ponerse en el lugar del otro, a veces, es una manera de consumir el dolor ajeno. De apropiárselo, sentirlo un rato y después irse. Como quien dice “ay, qué fuerte lo tuyo” y vuelve a su mundo, con las cosas en su lugar.
Esto es amor como empatía: te amo e imagino no solo que siento como tú sientes, sino que podría sentir tu dolor por ti. Pero imagino ese sentimiento solo en tanto no lo tengo ya; el deseo mantiene la diferencia entre la que se "convertiría" y estaría con dolor y la otra que ya "está" con dolor o lo "tiene". De esta manera, la empatía sostiene la diferencia misma que intenta sobrepasar: la empatía sigue siendo un "sentimiento de deseo", en la que los sujetos "sienten" algo distinto a lo que otra siente, en el mismo momento de imaginarse que podrían sentir lo que otra siente.
No se trata de ser el otro, ni de traducir su experiencia. Se trata, quizás, de bancarse la incomodidad. De no entender del todo y, aun así, estar. No es una conexión sentimental. Es una responsabilidad.
El exhorto de un dolor así, como dolor que no puede compartirse mediante la empatía, es un llamado no solo para que se dé una escucha atenta, sino también una manera diferente de habitar.
Es un llamado a la acción, y una demanda de una política colectiva basada no en la posibilidad de que podamos reconciliarnos, sino en que podamos aprender a vivir con la imposibilidad de la reconciliación, o aprender que vivimos con y junto a los demás, y, sin embargo, no somos como uno solo.
Y por eso esta palabra, tan usada, tan bienintencionada, tan de Recursos Humanos, abre este diccionario. Porque muchas veces lo que parece dulce es lo más ácido. Como el limón. Como ciertas verdades.
Para profundizar en serio:
Sara Ahmed – La política cultural de las emociones
Emmanuel Levinas – Ética e infinito
Hola Christian y gracias por tu entrada que me ha dado pie a reflexionar. Coincido contigo que quizá últimamente se ha abusado de la palabra "empatía", cosa que parece haberla puesto en una posición frívola. Sin embargo, si realmente la mayor parte de las personas careciéramos de empatía emocional, podríamos considerarnos "psicópatas" sin lugar a dudas, ya que esa es precisamente la definición de psicópata. Por tanto, creo, que aunque en menor intensidad que la que sienten los actores principales de un hecho, aquellas personas conocedoras de ese hecho pueden sentir las mismas emociones. Para ello, se ayudan de sus propios recuerdos con el deseo, como tú comentas, de ponerse en el lugar del otro aunque siempre serán emociones forzadas por la voluntad mucho menos auténticas que las sobrevenidas de primera mano. La idea del diccionario retador me parece muy interesante y, de hecho, en los próximos días tengo la intención de ir subiendo entradas de mi "Diccionario de palabras odiosas". Nos seguimos leyendo. Gracias